Me certifiqué como maestra de yoga para niños en el programa Semillas de Luz de Samadhi Yoga Institute en el año 2017. Mi inspiración fue mi hijo, Yexiel. Él siempre ha sido calmado, pausado y centrado, quería comprenderlo. Yo, por mi parte, era una ráfaga de viento alborotada y acelerada . Mi hijo me enseñó a pausar, a sentir, a respirar. A él no le gusta hacer yoga, pero su temple y su centro van más allá de cualquier práctica. Gracias maestro.
En el 2018, luego del azote del Huracán María en la isla comencé mi certificación de yoga de 200 horas, también en el Método Samadhi. El 2018 fue un año en el que la sanación y la compasión eran “artículos” de primera necesidad. Así que, en esa primera graduación de maestros de yoga de Samadhi, post huracán, nacimos los “Hijos de María”. Una clase entera de maestros y maestras entrenados especialmente para aportar a la sanación de nuestro pueblo a través de la práctica de yoga.
En el 2019, tocaba sanarme a mí. Fue cuando tomé la decisión de continuar estudios y subir de nivel en el camino de esta hermosa y sanadora práctica. Tomé la certificación de 300 horas en mi Alma Mater de esta especialización, Samadhi. Esta vez aprendiendo una amplia gama de estrategias y herramientas de enfoque terapéutico y clínico. En el proceso me quebré una y mil veces. Me desmonté y me volví a formar de los pedacitos sanos y de las lecciones. Exploré mi cuerpo, mi mente, mi alma, mi energía, mis conexiones espirituales y descubrí que sanándome, también sano mis alrededores.
Cuando comencé a instruirme no tenía la intención de enseñar, luego comprendí que enseñar lo aprendido es el fin último de aprender esta disciplina y así lo hice. Hoy reparto amor y sanación a través del yoga en muchos espacios. A veces desde mi hogar, a veces donde me llaman y otras veces en mi amado Bosque Toro Negro que me abre sus brazos amorosos desde el año 2018. Pendiente por aquí para saber donde es la próxima o para coordinar la tuya.
Namasté